Sirenas y Musas En Argonautica, Jasón había sido advertido por Chiron de que Orfeo sería necesario durante su viaje. Y así fue. Cuando Orfeo oyó las peligrosas voces de las sirenas tomó su lira y tocó la música más maravillosa que conocía, para aplacar esos acordes mortíferos. Sin embargo, uno de los tripulantes –el sagaz héroe Butes– oyó la canción y se tiró al mar. Afortunadamente, fue rescatado por la diosa Afrodita.
Ulises (u Odiseo) sentía curiosidad acerca de la melodía de las sirenas, así que –siguiendo el consejo de Circe– hizo que todos sus marineros se taparan los oídos con cera de abejas. Pero pidió que a él lo ataran al mástil de la embarcación. Luego ordenó a sus hombres que lo dejaran atado al mástil sin importar cuánto rogara su liberación. Cuando oyó las preciosas melodías se retractó, diciendo que lo soltaran, pero sus súbditos no hicieron caso a sus reclamos (porque acataron la orden inicial o porque no lo oían). Algunos autores post-homéricos indican que las sirenas estaban predestinadas a morir si alguien escuchaba su canto y lograba escapar. Por eso, tras la resistencia inducida de Ulises, se suicidaron contra las rocas. Una tradición asocia este acontecimiento a su encuentro con Jasón, aunque el incidente no aparece en la Argonautica, de Apolonio de Rodas. También se ha dicho que Hera, la reina de las divinidades olímpicas, persuadió a las sirenas de entrar en una competencia de cantos con las musas. Como estas últimas ganaron el certamen, las sirenas perdieron sus plumas, que fueron utilizadas para elaborar las coronas de las vencedoras. |